¡Hola, hola! Poco a poco, creo que a pasitos de bebé, pero de manera más constante y tranquila... Regreso. Agradezco a las personas que me dejan saber que les ha gustado y que me animan a seguir, el año pasado tomó mucho de mi, pero de a poquitos voy volviendo. Gracias por la paciencia y por seguir aquí, mil gracias.
No "hablaré" más, solo que estoy trabajando en algunas sorpresas para traerles pronto. Mientras les dejo una novela que seguro va a hacer que mi "querida torturadora" me torture xD
Abrazos.
Capítulo Dos
Eiríni corría al lado de Admes.
Por más que el general había rogado porque regresara al castillo y se pusiera a
salvo, Eiríni se había negado. Su deber como príncipe y hechicero era proteger
su reino, no había nada que el general pudiera decir para detenerle o hacerle
reflexionar. Desde siempre había sido alguien que piensa en los demás antes que
en sí mismo.
Eiríni miró con sorpresa al
cielo cuando la ola de magia pasó sobre sus cabezas, la misma creo una barrera
poderosa alrededor del muelle y de toda la ciudad. Presionó sus labios juntos,
sus padres tenían que estar al lado de su consejo haciendo la barrera, ellos
eran los más poderosos y en lugar de buscar una lucha se encargaban de proteger
a su gente. El resto de reinos podían pensar que era una cobardía por parte de
los soberanos, pero lo que no entendían era la cantidad de magia que requería
el mantener la barrera.
Eiríni sabía el costo que la
barrera cobraba en la vida de sus padres. Tenía que encontrar la manera de
alejar a los malditos de su territorio, sus padres podrían mantener la barrera
por cierto tiempo, pero ellos no se
irían a menos que la luz del amanecer amenazara con aparecer. Para ello
faltaban fácilmente unas cinco horas, sería mucha energía la que agotarían sus
padres y los mayores, aquello podía costarles muy caro.
—Estamos cerca de la orilla
—dijo Admes sin detenerse, corría con la habilidad de un militar y la presión de
la bestia que se asomaba en su espada. —Quiero que vaya al lado de los
hechiceros mayores, ellos lo mantendrán a salvo, alteza.
Eiríni hizo una mueca al oír
el tono formal de su guardián de regreso. Esa podía ser su última noche juntos,
ya sea porque ninguno de los dos terminará vivo o porque partiera el día
siguiente lejos de Visnah, no quería terminarlo de esa manera.
Acelerando su paso se acercó
lo suficiente a su guardián para poder detenerlo, tirando de su mano hasta
pegarlo contra él. Sus cuerpos chocaron, puede que Admes fuera más robusto,
pero Eiríni no era ningún debilucho. Sus ojos se encontraron, mil pensamientos
atravesaron sus miradas, pero ninguno dijo palabra alguna mientras devoraban
sus bocas.
Su beso estuvo lleno de
pasión, deseo y un tinte de tristeza.
Cuando el aire fue necesario
pegaron sus frentes, respirando el aire agitado que el otro expulsaba. Sus ojos
enfocados únicamente en ellos, dejando de lado la eminente lucha y solo
pensando en aquello que pudo ser. Admes se perdió en los orbes verde pálido, en
la expresión distante que su príncipe intentaba mantener pese a que era claro
que su mente era un lío de pensamientos.
—Lo principal es que mi
príncipe se encuentre a salvo —dijo acariciando su nariz contra la de su joven
amante—. Puedo soportar verlo en brazos de otro, pero nunca el no poder verle
de nuevo. —Acarició su mejilla enderezándose y alejándose del toque de sus
cuerpos juntos. —No arriesgue su vida, no se vaya a un lugar donde no puedo
asegurar que le alcanzaré.
Eiríni vio la espalda de su
guardián mientras corría alejándose, yendo directamente a la lucha junto a sus
hombres. Su mano derecha se aferraba a su pecho, enderezo su espalda, aunque el
peso de la situación parecía demasiado para sus hombros. No importaba lo que
sintiera en realidad, ni lo que todos esperaban recibir de él, siempre había
tenido el pensamiento de devolver todo ese amor que no podía corresponder.
Incluso si eso le costaba la
vida.
~0~ ~0~
—Son hermosos.
—Donceles y mujeres…
—Jóvenes y maduros, de todos
tipos. —Una risa profunda más que la del resto, risas siguieron cada una de las
palabras, diferentes voces hablaban al mismo tiempo, todos reunidos alrededor
del manto que creía podía detenerles. —Sin duda es un paraíso.
—Los capitanes nos han traído
al cielo…
—Podremos elegir…
Se relamían y aullaban,
gritaban ansiosos, se removían y el retumbar de los tambores aumentaba con cada
palabra.
—¡Yo quiero dos!
—¡Yo tres!
Risas y burlas, palabras de
halago que recitaban, así como poemas a medias que recordaban. La tripulación
bullía en alegría, finalmente tendrían algo de paz luego de vagar por tanto
tiempo, el momento de liberarse de la prisión había llegado. Ahí, en esa ciudad
llena de tesoros en bruto se encontraba aquel ser que los libraría. Podían
sentirlo, la vibración de anticipación en sus cuerpos, el deseo iracundo de
tenerle entre ellos y disfrutar de su presencia.
La llegada de unos pasos
profundos hizo que todos guardaran silencio de golpe y abrieran el camino sin
siquiera dudarlo. Cada uno haciendo una pequeña reverencia o golpeando su pecho
en saludo a sus líderes, habían pasado demasiado tiempo juntos conociendo a sus
capitanes como para no saber que ese momento era uno de los pocos en los que
tendrían su presencia a su lado.
El momento había llegado.
La sensación de escalofrío
recorrió cada marcado cuerpo, sus poses se enderezaron y abrieron paso como las
olas para que sus capitanes pasaran entre ellos. Del lado izquierdo se
encontraban hombres altos con cuerpos monstruosos llenos de músculos, sus
pieles oscuras resaltaban con las cicatrices blancas que atravesaban desde sus
rostros hasta sus pies. Lo peor eran sus ojos negros sin pupila que hacían ver
sus expresiones tenebrosas, miradas que muchos aseguraban podían robar el alma
de quien quisieran. Del lado derecho se encontraban hombres delgados y
musculosos, altos y bajos, parecían personas normales hasta que se percataban
en los espirales negros que resaltaban en sus brazos como grilletes y sus ojos
rojos fuego que se encendían con furia.
Dos hombres salieron de entre
la multitud para encontrarse con sus capitanes, ambos resaltaban entre la
tripulación. Uno bajo y grueso, de piel oscura y rapo. El otro, de cabellos
rubios, alto y delgado. Ambos con las marcas que representaban cada bando.
—Capitán —dijeron a unisonó,
pero cada uno refiriéndose únicamente a su jefe.
Todos los hombres mantenían
sus rostros bajos a sabiendas del poder y furia que ambos tenían al estar tan
cerca de su salvación. La camarería regresaría cuando lo tuvieran entre sus
garras, antes de eso tendrían que mantenerse al margen de sus líderes sino
querían que sus almas fueran consumidas y nunca poder reencarnar.
Rojo y negro, sus auras
zumbaban alrededor de cada uno. Los capitanes no solo se diferenciaban por el
poder de cada uno, ni por el tono de sus pieles. Sus expresiones, uno salvaje y
el otro con una crueldad silenciosa.
La tentación en carne y hueso.
—Lander —llamó el de mirada de
fuego. Sus ropas ardían a fuego lento, mientras se sostenía delicadamente del
brazo de su pareja. El hombre alto se dobló en una reverencia, haciendo que su
capitán sonriera encantado. Una sonrisa peligrosa. —No quiero muertes, está no
es esa clase de misión.
—Por supuesto, mi capitán.
La risa del otro capitán
retumbó, una risa profunda que hizo que incluso su tripulación diera un paso
atrás con temor. Todos notando lo delicada que era la línea entre la cordura y
la locura, demasiado delgada y cualquier cosa podría romperle.
—Neo… —llamó con buen humor a
su segundo—. Que todos consigan una concubina, saldremos antes del amanecer,
todos los solteros… No quiero repetir las instrucciones del oráculo, ¿entendido?
Neo golpeó su pecho desnudo
mientras asentía.
—Si, mi capitán.
Entonces ambos palmearon los
hombros de sus hombres de confianza para detenerse frente la barrera. Sonrisas
con la misma intensión peligrosa se compartió entre los dos, se mantuvieron a
un par de pasos, tentados a mostrarse ante esos seres que las leyendas no eran
nada en comparación de la realidad. Ambas miradas clavadas en todos los que se
preparaban tras la barrera listos para una lucha que no podían ganar.
—¿Listo mi amor? —preguntó el
de ropajes oscuros.
El otro sonrió encantado.
—Esto será divertido.
Nada ni nadie los iba a
detener.
~0~ ~0~
La primera defensa estaba
preparada.
Admes se movía entre las filas
de guerreros bestia, todos estaban a medio cambio sosteniendo sus espadas. Sus
energías chocaban la una contra la otra, el miedo y la incertidumbre los tenía
nerviosos. Los entendía. La risa escalofriante había salido de la nada, así
como la sensación de ser observamos era demasiado un recordatorio que tras ese
manto de oscuridad estaban aquellos que buscaban hacerles daño.
¿Qué buscaban? Nadie estaba
seguro, pero algunos decían que buscaban la forma de librarse de la maldición
que les habían puesto hace mucho tiempo. Habían asesinado al único hijo de una
gran hechicera, ella en su furia los había marcado y convertido en monstruos. Ninguno
podía despegarse por mucho tiempo de sus navíos, tampoco podían pisar tierras
profundas o quedarse mucho tiempo en tierra firme.
Uno vivía en las sombras y el
otro entre las llamas.
Habían intentado asesinarlos,
pero eso terminó con la aniquilación de casi un reino completo. Desde entonces
se les dejaba recorrer los mares sin oponerse, solo defendiéndose cuando
llegaban a sus orillas sin avisar. Robaban mujeres y donceles, incluso hombres
infértiles eran seleccionados por su belleza o pureza de energía. Aquellos que
habían sido elegidos nunca volvían, aunque muchos hechiceros aseguraban que no
eran asesinados o torturados, para todos era claro que no eran libres de esos
desalmados.
—Nos observan, Admes —murmuró uno
de sus comandantes, acercándose mientras su espada estaba desenvainada y lista
para actuar en el primer momento a un lado de su cuerpo. Los ojos violetas le
vieron con molestia. —Entiendo la necesidad de proteger a nuestra gente, pero
los reyes no nos dejan salir y poder ver a los que nos acosan de manera tan
vil.
Admes asintió.
—Créeme, entiendo como te
sientes. —Observó la oscuridad donde antes había estado el traslucido mar de
Visnah. —El tiempo se nos acaba, por lo que debemos estar preparados para todo,
Bastián.
El bello hombre de cabellos
negros movió su cuello de un lado a otro, sus hombros se hinchaban a ratos. Sus
ojos tornándose felinos mientras luchaba con su cambio. Admes sabía que, tenido
a uno de los mejores comandantes de su lado, también a los mejores soldados,
pero no creía que fuera a ser suficiente.
Sin embargo, todos lucharían
hasta la muerte. Defender su reino y a sus reyes era lo primordial, sus vidas
no valían tanto.
—Están cerca de atravesar la
barrera —murmuró violentamente Bastián, su expresión peligrosa—. Pueden creer
que no son escuchados —dijo mirando de reojo a la sombra que ocultaba a su enemigo—,
pero se han equivocado de reino. Si se creen que podrán llevarse a nuestros
donceles… a nuestras mujeres y hombres… ¡están equivocados!
El grito animal hizo que el
resto de soldados gruñera. Admes sonrió y negó sintiéndose tentado por la furia
ciega que estaba despertando la violación a su territorio. El llamado de su
primer comandante, la voz murmurada y violenta de los otros dos, Colin y
Corban, los tres buscando llamar la parte más salvaje de su general. Puede que
los soldados bestia pertenecieran a
la corte del rey de Visnah, pero era claro que el mando de los salvajes pertenecía
únicamente a su general.
Continuará...
Muchas gracias Cele, menudo capítulo más bueno, no te preocupes, lo importante es que tu estés bien y si mira, poco a poco vas volviendo, que así sea, miles de besos bonita y feliz fin de semana!!
ResponderEliminarMuchas gracias, estoy deseando el siguiente.
ResponderEliminarHola CELE❤🤗!!!
ResponderEliminarQue capitulo increible😲!
Me encanto como describiste a los personajes y se sintio la tensión del momento mientras lo leía , buenísimo😆!
¡¡¡Mil Gracias😄!!!
Toma el tiempo que necesites para hacer las cosas , no hay ningún apuro en nada , tan solo que te encuentres tranquila y bien todo lo demas viene solo😉 jaja
Feliz domingo.
Bsos😙❤💋💋💋💋💋
Muchas gracias por el nuevo capitulo
ResponderEliminarMuchas gracias Celeste por esta historia, te brindamos todo el apoyo posible...besos
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